BIBLIOTECA ARTIGAS
COlECClÓiN de CLÁSICOS URUGUAYOS
VOLUMEN 2 0
MARIA EUGENIA VA2 FERREIRA
LA ISLA
DE LOS CÁNTICOS
MONTEVIDEO
1956
Ministerio db Instrucoón Pública y Previsión Sociai
BIBLIOTECA ARTIGAS
Ar. 14 de la Uj de 10 de agosto de 19)0
CX5M1SION EDITORA
Clemente Ruccia
Mioisiro de Irntrucdéa Públict
Juan E Pivel Devoto
Düector det Miuco Histórico Nacional
Dionisio Trillo Pays
Director de la Biblioteca Nacional
Juan C Gómbz Alzóla
Director del Archivo General de ta Nación
COLEcaóN DE Clásicos Uruguayos
Vol. 20
MarIa Eugenia Vaz rEMEiiiA
LA ISLA DE LOS CANTICOS
MARIA EUGENIA VAZ PERRURA
Nadó en Mooievideo el 13 «le julio de 187}, hija 4>
l&micl Vaz Femir», cnho cocaetdtoce pomi|su¿$, y de OuMa-
KibeiiOt «ntgiHTa, de Mcendeocia española y portuguesa.
Ns canó eaodioi tegaiatet. ncibicmlo toda tu iiutnic-
cite de mi fuaiUuo y de maeitn* privadas. Baío la dirección
de m tíok el auenro Leóa Bibeiio, adquirió serios conodiaiea-
los maskales, llegando a let d es o cada pianista y autora de
csciotables compouciones muy oelebtadas en su ntoniento. Otro
de sus cío», JuUo Fteite, la inició en el arte de \* pintura, en
d coal no penevetó.
Dcide m primera juventud, . c o meinió a escribir poeiiu
apc ndcaba en fiestas y reuniones sodak*. AlgnnM ot sU*
oxcolaton manuscritas entre sus amisudes, y ocias ▼ienm la
hB en las principales reristas ríoplacenses de la época. Pane
de esa producción inidal fu¿ recogida en antologías tales como
la CoUcción i* PoKÍM Uruguayas, cotnpilada por Víctor
Atteguine y aparecida en 1895, y El Parmuo Orienté, publi-
cado por RaiU Montero Bujumante en 1905.
Escribió adetnis obras dramfaiOM. luta de las cuales. L«
Pitirt Filoscfd, drama Utico en un aero cuya música i tiihu-n
eompuso, hie representada en el Teatro Solís. c! 1^ ¿e ».tiera-
b« de 1908. El 23 de de ocmbie del año si^iuietue, se estrenó
M Ja núsiiia sala, una nueva producción suya titulada Lot
Ptmtlimu, Ambas piezas permanecen aún incditA.^
En 1912 fue desiprisd* Secretaria de la Universidad de
Mujeics, y 1i::_,:-m. i:: 5c Ic toníió liOi citcdra de litcra-
tuta en ¿1 mismo instituto. Siete años mis taidc. su citado
de (alud la obligó a abandonar imbos cargos, i tines de 1922.
Durante sus últimos años, cunifuyo a preparar la publi-
cación de su obta poética, que hibía proyectado años iitrí*
bajo los titule» de Fuego •/ M^z'/n.! u Li.: lílm de Orci. Final-
mente de decidió a dar a prLUjJi. nn.i peiv^t-rLa suiección
denominada La UU de ¡o¡ cuyjs pruebas ce imprenta
llegó a cottefiir en pirtc. Su nuü rir, acaecida el 20 de mayo
de 1924, interrumpió esa tarta. Mas tarde su ticniíanc, el Dr.
Carlos Vaz Fetreita, completó ia corrección y dio a publicidad
el libro póctuffio, el cual apareció a comienxos de 192), aun-
MARIA EUGliMlA V.^ fERflLULA.
LA ISLA
DE LOS CÁNTICOS
Prólogo dé
wsram ds caceres
KONTBVIDXO
1 956
LA ISI.A
DE LOS CÁNTICOS
SEH y POESfA DE
MARfA EUGENIA VA2 FEñHEIHA
dÉa4a por anciw rio y por Mitif líos quiutoe. D«edj6
odlbB dd Plata 7 é^á^ loe árbcles ddt Pr^a h
Um^n Ráfagu de un &irc Itupiida t fra^sutB. Y
íir.a I1 ñíTrlínPíl 1-^:: f í>Vní;l.r rí *t i U stistjllci
dE aua ca^aE bajas, de ;lzj9U'4í& L^IrttijjJudíM^. d« sqíS
haleoiljU da luErra o ^ minrujl ; bl^HCQ y Deflro
patios.
^ «I MaDLevid^o^ Alalina ve£ pdutijoiii — coa
fmom 7 fíddídul, c^oa ímff pflffün bu modo — wi
Allí !a vi^H% era t^ríihniUt» y pílt^ncioE». Lei Iuítiéí
AportH áñ títrM TBlblgTwáaaeay y nutridm finiduneoi^
Mm<Mitt; voii iiÜKÚti rAAgo BtAericBiuD autóctono ■ — p».
t;i4j^ yji íhbHjftdOii a Ja 30cjtdi44j tin TuriLba-
oeso (!e ertíciüiiíiití?.
EstjL villa tL4Jili]4i i^LdíJ lurbüdu por el x-iru^iL!^
tfidtun^ ni por el coenvQppli tLAUiQ, ul poor 1& vürAdjtüid
mcrcantO y ptofieaíonalista; no le habían llagado a<bi
I..S causas de deformación traídas luego por riesgos
(|ue no fueron resistidos, sobce los que, en pacte, ya
José Enrique Rodó había advenido a gfSOH» wn>
¿i^iyas de aquel tiempo.
En ese Montevideo y en c&4 é[xxn aparecieron
los primeros artisnis verdaderos del país: los ya libe-
rados de las precarias influencias culturales del colo-
niaje; los ptimen» creadores serios ea q» te IbodA
oueitia caftán y aaam deseo de «er.
En medio de esta recordada dudad que ya no es,
vi a María Eu.cienta Vaz Ferreira; empecé a esat-
charla y a s.iberk. el alma. Fué en aquella Univcf^
stdad de Mujeres a donde ella había llegado pata
enseñar algo más que WiiDlii o crítica Etttaria. Sa
lección comenzaba en cuanto se la veía; su preaencM
misma, sola y poderosa, y de una dignidad increíble,
constituía la mis inolvidable lección (¡we nadie puede
dar, y que ella impartía en aquella casa de estudios
como en cualquier áiÉB « éoMe B^|He.
Era mujer de cara expresiva y profunda, de
mirada secura y firme; ton un ceño austero y una
boca caída y dolorosa, en contraposición inn la risa
fácil y de alca música, con la voz serena y melódica;
y con un paso suave lleno de maiestad y grada, paso
con el que María Eugenia vatraba dando siempre la
impresión de que se desplazaba en rara atmósfera
de sueños. Así tué lo extraño de su f :-i.ra, ! ■ aparente
contradicción y la gracia de su figura: por un lado,
gcoeiott eotfráa a i« amistad, al jue;go de k coo»
venadóti, «1 uicoeieo daloe y acmoido «m otm
LA. ISLA DB LOS CÁNTICOS
almas; pocottD lado, vida vuelta hacia adentlO^ ieMK
soledad, encierro heroico en si misma.
De esta contradicción intensa y sorprendente
nadó sin duda algo de la leyenda de Marta Eugenia,
considerada siempre como un ser paradojal y extraño.
Y sí que lo era; sólo que en ella todo csio tomaba
los tonos de una calidad tan fina y aim iitiia, de una
Ubectad tan excepcional, que ese paso suave, esa voz
melódica y ese silencioso doloc de la boca caída
cobraron foetxa solonoe.
Fué, pues, criatura recóndita, dueña de un deli-
cado pudof y de un profundo respeto por su propia
alma.
Por eso es tan difícil hablar de su vida; y tan
arriesgado ceder a la tentaciún de aceptar y divulgar
un anetdocario que puede dar tan solo !a visión in-
completa o frivola de espectadores incapaces de per-
cibir el exacto matiz, la intención profunda, k calidad
esencial de una ¡xiLibra o de un gtSCO, que en ella
tenían trasceodciicu tan honda.
Por otna pane, bueno es preferir la caccgork
a la anécdota; y libertar, en lo posible, a los estudios
literarios y al goce de los sentidores de Arte de k
uiv isir i y aberrante traba <]ue la crítica biográfica,
como la critica de asuntos, opone al estudio y valo-
taáóa. de las obr.i.s pa- se.
La verdadera imagen de María Eugenia Vaz
Ferreira está en sus cantos. Y desde k puerta de sa
libro, ya esa itnagen se nos dice según soledad y mú-
sico. (Celebremos k adecuación del hetmoso nomlxe
ttX}
MAKÍA EUGENIA VAZ Fn«BtBA
de c«c libro! Ea él resplandecea amor de soledad
Y desuno de cantar qae la arcista ruvo en profundo
y altísitno grado. Y .¡.si el nombre límpido viene a
ser como una clave de todos los versi» coateaúlos
en la obra, y dircccisinia clave de algunos poeoMS
«seodalmenie ociemadas a. coaiar la toledaH.
Cuaodo apenu algunas composiciones suyas ha^
bían sido publicadas, inicncras la autora se resistía
u la edición cíe su liliro, tales versas eran dichos con
¿rave \o¿ molvid.ible por Mjria l:us,'enia Vaz
i'circira. Los dcca ante uoits niñas asombradas, en
k pequeña aula de la Universidad de Mujeres. La
clase escolar de Literatura se habia interrumpido; la
sala había sido amoniguada con cautela en delicada
penumbra; ia vo/ de Mana Ea¿;enia cantaba dulce-
mente. Ya csiabair.üs soias con tila, lejos del mundo,
en un mundo nuevo de alta y pura Poesía.
Así pudo redimir los skio-, c¡rae atravesó, los seres
que estuvieron a su lado, las cosas que tocó. Pudo etise-
ñac Literatura alvatido los diüciles riesgos pedagógi-
co^ creando clases vivas, en las que montaba paca
tienpK la gr.indc'za del Arte, ta verdadera cara de la
Fbesu; la vida moral del artista y algo difícil de
labet en estos medios: la diferencia pnfoúd* tao»
vida inteleaual y vida espiritual.
Pasando coo gracia sobre la información árida,
sobre los esquemas de la crítica académica, dió en
tos ciases las claves esenciales de la ei^efienda po¿^
tica, sobre todo la conciencia de que la poesía es la
más aha expresión del ser. Con gracia altiva, con
libertad ejemplar, enseñó la generosa y justa afirma-
ción de los graitdes valores. Y pudo hacerlo porque
[X}
LA ISLA DE LOS CÁNTICOS
poieh uaa seguridad y una fuerza convincentes, que
mqionfan de sóbito un respeto nuevo, profundo J
eooobicccdor para quienes eran cap.ic-s de sentirlo.
El paso era suave; la voz melodiosa — ¡la voz
má» mrfiffl que pudimos oír! — ; los ojos dulces
y tristes, como constelados; algo de seda y de siten-
cio había en ella y a su alrededor.
Ptro suavidad, música, dulce tri-iiteBl CpilMUI
acompafiados de aquella fucr¡Ki y de aquella iegun-
como si la categoría fcmdamLui.il iie su ser hiera
algo corpóreo y mantuviera en ella una actitud por
la que todo SU ámbito se transítirmaba en im Reino
—en un sej^uro Reino del alma. Algo de seda y de
silencio; al.no de nuicrna ternura suavizaba a estos
grandes resplaadúM» y » Ic «ohumidad «iagnlat de
su presencia.
En esc Reino del abna, grandes, acrisoladas vk-
tndes eran como estrellas cayo recuerdo puede ooit-
movernos hasta las lágrimas. María Eugenia enseftaba,
con su actitud ejsmplar. la amistad noble, !a entrega
generosa; el desdén con resi^ecto al profesionalismo
IkeniiOk a la vanidad y a la triste esclavitud ton que
estas cosas traban al ser y a sus posibilidades creadoras.
Y nadie se acercó a ella cpe no sintiera esa lec-
C¡^ poderosa. e«e re^r^sindnr vivo como el íx¡egp
del E^íiitu que irradiaba de todo su ser.
Enseñó también, namralmcnre sin proponérselo^
frente a la aparición de un movimiento feminista
heroico y generoso, pero desgraciadamente turbado
por errores fundíimentales que aun padecemos, la
grandeza de una presencia femenina íiel a su destmo.
[XI}
MAMÍA KUGENIA VAZ FBKRURA
Y ranto como sí lihío de los errores dolorosos
(U-l niuvimienio fcminúu de su ipOCM. {Nido iquicbi>
iicrsc dísrnnrc de la llamada "pocifl íéaitttatl* ^fK
abrumó a America en este siglo.
Y esto ocurrió porque en María Eugenia se ditM
el ejemplo de una mujer í]uc no traicionó nunca su
mucendencia simbólica, sino que asumió maiavülosa*
iiunrc aquello que en nuestros días Gertrude Von
Le Fort invoca como rasgos iavariabies de la imagen
femeiuna empírica, o sea, rasgos eternos en el sen-
tido líniirado terrenal, cuando se refiere al "aspecto
< á wi KO jnctaf isico de la mujer, de lo femeaino cnmu}
Hoy pienso tn imágenes suyas que pueden ser
testimonios junto a esta glosa. Entre esas imágenes
amo algunas rrasceildeniiet'|r BtáÉi^'-if¡m:fm 'wm »M»-'^ j t |i^
hecho familiares.
Y es, por ejemplo, el poema en que EmUio
Oribe evoca aquella sacra música, aquella angusda
metafísica, aquella actitud meditabunda, y aquel paso
sayo solitario entre árboles y cadenas de fuego.
O son aquellas memorias dichas coa «ggttV '
encanto por Sosaiu Soca: 1R.ecae(do una tarde, en
(in teatro, durante un I:iri;n enrre.ir?o de una larga
representación. Y en un momento en que todo pare-
cía ser opaco e interminable, se abrió la puerca de
un antepalco y en el claroscuro apareció dideodo
algo gradoso y singular, interrumpido, o mejor dicho,
seguido por una risa fr<-i nena-, baja e inimitable.
"Sé que experimenté entonces una sensación im-
pfevLsta: la de una arJieiue curiosidad surgiendo del
centro mismo de la monotonía. Y una eqtecie de
LA ISLA DE LOS CÁXTICOS
Mombrad.1 gratitud ¿ntc el objeto de mi curiosidad.
Era la sensación de una presencia particular y agra-
dable rompiendo el círculo indefinido de la general
ausencia. Y ahora sé que esa presencia era la del
mundo poético y aquélla que involuntariamente
habitaba, pensaba y se movía dentro de ese mundo,
hacia participar de él a sus interlocutores foriu¡:o8.
Ellos, sin procurar entenderla, la seguían bajo la ia>
fluencia de un poder de comunicactóa GOO todos los
elementos mágicos del juego".
"Algo más tarde recuerdo una habitación coo
tin piano. &a en on crepúsculo ya próximo a la
ntxrhc, con una lentitud propia del verano, porque
recuerdo tjue l;is hojas ;;olpeaban contra los cristales
qiieri: n-do prolonií.irse hacia adentro. Ella tcKaba en
U semioscuridad. Sus manos formaban parte del pai-
saje de las hojas que, en un juego de sombras y de
reflejos, se agitab.m sobre el tecl.ido con un temblor
jjarecido a¡ <.|ue dencn sobre el agua. Sus manos
Sarecían denias^.ulo p;.]iieftas para el !.ir,so camino
t la música que ellas recorrían. Sensibles, perfectas,
enn jooio con sa toíe y sus ojos las tres gradas
naturales que la propia voluntad de destrucción no
babU logrado aniquilar, rila s:<lía del piano como
de ana pane de sí misma en la que hubiera debido
somergitse, y sin terminar la pieza, decía un poema
a la noche, y era imposible no ver que un imperioso
mensaje, apenas tr.\nsform.ido, continuaba. Su voz
era ii!.is haj.i. y de rnnos uniformes: decía lew |K)emas
con algo de melopea que lógicamente debió dar una
ei^resióo de moootonía a pesar de la calidez de sa
(XIU]
MAKÍA EUGBNIA VAt Tr.RREIRA
LA ISlA DE VOS CÁNTICOS
accnn). y. iiK'X]->licablcmcnte sucecii.i ¡o opuesto; tenía
el p.iiuisirn) interior que no puede ser descrito, ¡mi-
i.iijo ni olvidado. Decía su verso con todos los acentos
corn^l^onJicaies «1 tecreco tnuice que cada una de
sus partes le representaba, am las diversidades más
sutUonente Individuales. Era la identificación reno-
vada con !.i los.; poédca vivida y ésta estaba presente,
apenas oclIu tn el esrerico plano de la discrecióa
(Jiiiiscrvi ;n n: raenioiM d eco de la palabia "deses-
pcratua" que yo retenia por priooera vez. ApaientC-
mente pronunciada coo el mismo moo de las otras,
para mí sigue saliendo de Sa yuaa COO naa lenritod
siempre imprevista".
TamS.'cn la veo mechas vcrfs como en el sig-
nifi:arivo p-ísaje tjuc Pedro Le.mdro Inuche registró
— ¡y que agradecérselo! — en t¡uc María Eugenia,
con gc^ro tozoso y revelador de ejemplar generosi-
dad, coiinmica a Rodó la aparición ée los poemas
de Deimiia Agiaaait * qnioi db aAnif^ rnfvih
dameote.
Y todavú sueño otras imágenes que tengo siem-
pre cerca de mí y que muchos conocen. Como aquélla
lue en entusiasta glosa (él. que poseía lo que
■3eSi.-arrcs llamó la mis nnWli- de las pasiones: el
-ntusiasmo! ) Parra del Riego señala asi; "Oh! un
retrato que yo he visto de esa época, con sus oja20«
ardientes j melancólicos j ima eata de dít^ oua-
tedosa jr distnida!**.
Y aquella otra, quizá el más notable doLumenco
entre la iconografía de la artista: un.i focografía
inasible que las nobles manos de Enrique Dieste
libertaron de olvido y de sombra. Todo allí ba recu-
perado su rras< L-ndcntia, en una lejanía que la pátina
del .ure dui .1 la imagen y que semeja aquella encan-
tadora Il i iiii.i de los antiguos espejos, que han per-
dido su primiuvo esplendor de joyas teludenies y
que viven una vida más honda 7 más ioama* casi
aterciopelada.
Aparecen Maria Eugenia y Rubén Darío, en
los di.is en que el poeta visitó nuestro pats. La
comunieuciuri de lus dos grandes seres se ve allí a la
par de su disuncia, como voluntariamente sostenida.
Cada uno de ellos, en la posesión absoluta de su per-
sona inconftmdible, de su profundo sefiocfo, afirma
su tetoo solitario. No podrá vene nunca mis mis-
teriosa distancia y a la vez más misteriosa transcen-
dida comunicación.
Estos testimotiios paralelos a los que podriaB
agt^gaise otros, también fieles y vivos, 00 están tupi
sólo por ei valor que como testimonio poseen.
Quizá han sido tcaidot por tú seguridad de qne
es bueno reunirse con otros seres alre^dor de María
Eugenia y de SUS cantos; más que nada por aquello
de ifK d eiaur RuoidoB "oo está osnio dé mMerio".
Cuando se leen los versos de María Eugenia Vaz
Fectein todas esas imágenes vietun a la ooocienda
y su evocación se superpone de Imnediaio a la pie-
senda de sus poemas. Tai es la autentiddad de esta
obra. La corrcspondentia es can estricta, que no se
trata sólo de los temas, de las palabras, de los senti-
[XIV}
[XV]
tnientos aludidos; los medios utilizados por h - t
lii t-stnii turu general de su compi>sición nos rc^ ¡ r .m
iiittiis.iinLntc atjuella vo2, ucjucl paso, y toda l.i vid*
LJipiriiudi que en ella tesplaodeda en la medida de
su cristalitM dignidad, de so capacidad para leoon»
dar, de su desdoo amoontoso y melancólico.
Esta unidad de obra y de vida es la mejor prueba
de los grandes creadores; tn M.:ria Eu^rru-i sir d;i
glonos.inicntc; con ella se cmparcnca su moral de
artista y, a l.i vez, d dcidao solitado dc la vida f
de sus cantos.
Los que conodmos esa actitud hetoica que día ,
teob pata afnmtai iodos los riesgo^ paia cetittic a
la temadóa mundana, para sostener una austeridad
que no excluye la graii.i sino rn ella descama
y se fortalece, podemos .itinn.ir la rcl.uión profunda
de- ^11 c^ciio de vivir y su cstiio de cantar. Tal la
razón íuudamencal por la que esca pucsía es grande,
ya que toda eiti apoyada en su ser, y aparece a núes-
nos ojos con ese inconfundible "resnlandoc de lo
verdadero** qtie los antiguos consideraban como
carácter esencial de la obra áj Arte.
Ese resplandor busio M.irui Kui;en¡a. Y alguna
vea nos lo dice ton s.i un cjuc la afirmación y
la súplica se conciertan para expresar la mis inienaa
asfúndán de su vida y de su poesfa:
Atm^ si iUrfJi nmi*, sé límpida y sonont
El ea el poema Ave celeste en el que, junto a
la evocación de campanas, nocmrnos, iiunensa lira,
surtidores, rusas, escudas, y sobre todo esto, el alma
y d canto dicta la vicucía da HaÚL ^ifl^***'
LA jsu. u» cAimoos
Entonce
cómo sera divino
tu canto cristalino!
El grito clamoroso de Mgiatí* O Í9 MptamK0
que hacia el espado ImMá
m eco su elegía,
*H el inmMtiíjJo crisol i$ la armonía
h tncari en gorjeos M ^gko mufical:
ok HmfiUo y J8MM pdim iá MU
Tal "resplandor de lo verdadero" que aquf es
reladón íntima entre la poc-sia y la vida de quien
canta, se vincula con un hecho muy importante.
Y es que en María Eugenia había un estilo:
idéntico en ella y en sus cantos este estilo faaoe que
su {loesía y su vida sean algo así como potentes lias
de un mismo Espíritu. Esta fué una de las leccitme*
f jnd.imcnr.ilc-s; su lección de cstiio. Para saberle la
trascendencia hemos de tener en cuenta el sentido
pcofniKb de la palabra estilo.
Si DO se limira a la equivaleoda de este término
con "el rasgo csiiccífico que marca y distingue c^ial-
quier forma particular, tr.itc5c de una obra de Arte,
de una personalidad hum.\na, de una vída común".
Dice Romano Guardini: "El estilo es la rraduc-
dóo exterior del hecho de «jue una manifestación de
vida dñerminada ha encontrado su expresión ade*
cuada y perfecta. Esta liberación expresiva, sin em-
bargo, para que haya "estilo", deberá aer ul que el
ser pariicuLu exprese un mensaje ffiOBOl. J qo*
sobrepase su domiruo propio".
Las poesías mis características de María Eugenia
Vaz Ferreira poseen este don de estilo que «u per-
(X>ai]
iMatfA KÜGBNIA VAX * «» B t^
KMi» poiefa y que su persona les confiere. Por eso
ra elJflS se coocierta lu cxpuri'-.-ui., más viva con una
poderos» coocíentia de Arte, que lleva a austera
selección, a gran sobriedad y a un oideo viro, one
no tiene que ver ooo ningún oaden retádco convcn-
aooaJ, sino con esBUCtntaa cicadu poe la artista en
oda casQ a^fin «n «otido hondo y entjao de k
Fbi'uia.
A veces algam mécdota asoma, fugazmente
apuntada, dando — como ú facía una clave de nota-
aón musical— la pauta del teatídD lógico a la nK
«jue la pauta de la enmctiua del poema. Ptto nn
ngjr alerta, un pador delicado del alma, limitan esa
indicación; la miden, la detienen en su punto es-
tricto. Y la anccdow personal desaparece para trans-
figurarse y aparecer como sustancia redkiida para
la Poesía, porcinc la autora h» Mqnndido a la «néc-
dota, a las inn<las literaólli Jfit lHb«M de k»
criticas y de los Icaoces.
Ya ha dicho su doctrina áÉilicá en Oda a U
Mleza:
Ob BgUtza, fue tú seas henJiia
ya que eres absolutamente pura,
yit que eres ¡nt iohidd.
Umpida, firme, sana e im poluta.
Eres maccesihh;
»m pasiva y sola
smcilla y sobrehumana;
no inspiras, no padeces
»l áomústh imperial da U materia
mi l» MisU4a tmiétió» daí alma. . .
rxvm]
XA »LA Ds LOS cXimeos
La evocación de un Arte de quietas formas, de
armonía serena, de gloriosa pureza a la que ningiún
agitado viento de la vida logra locar^ oot ncnecda
t¡^ aqueUoi versos de Band^die:
Je luis le mottvement qui déplace les iignes,
Bt jam m jt n» pUm» tt jmm jtmHt.
Y nos bioe sGÉMC 'CibB los osiwtttti' fiGiBi ÍlA Aifit
clásico.
Con esta noción abstracta de la belleza qne
María Eugenia nos dice coincide sn estilo personal,
su vida entera, el inolvidable acento de su alma.
No significa esto que su {xiesía y su ser estén
alejados de la vida misma; aquí, como en los casos
más eminentes» k abstracción significa selectividad,
puníicadón 9 fmik$ fto^iígem del y
delofidob
Como en el remoto ejemplo siempre vivo de
la hoja de acanto llevada por proceso de abstracción
.1 .i ) I corintio; o el de la rosa fragante y
peicLcuc!.. que pasa a ser eterna rosa en la Arqui-
tectura medioeval, aquí también todos los fuegos de
la vida, las flores teinblotosas, el aire de los jacdinei,
la sangre violenta o apacible, la pena de los sdioses,
son substancia preciosa para la Poesía eterna, llevada
a un orden, a iiti tii-mpt), a una imagen extática que
ya no mcnrá y cjuc li.i de ci.R'd.!r para siempre en el
aire del mundo, cuando ya pena, sangre y huesos
de la criMam ■rmwwow an estín mi» sobn k
tierra.
Ese sentido de abstracción, explícito en k Odt
a 1.1 BíÜl ?..! es un eliiiiento previo para fflMWKÍW k
obra de Alaría Eugenia Yaz Ferreira.
masía BVOntIA VAZ FEKKEiRA
No éié yo acjui la critica escobr, ni aun 1a
dd pw c iofe m o (éciiKO enere cuyos tiesgos CSti ít^
cueotemente ei de convertir d estudio ettUúttico eo
d e d ylOTa fia invcsügacióa gramatical que aiata toda
potibílklad de expetieocia poética. JBste modo de
floiar oo es para este sitio ni para mi personal
VOCadto. Lauxor llega a decir que en estos versos pooo
o nada importa lo extcrwr. "Lo que interesa — dice—
con uni-tortancia oo sólo principal, sído exclosfanit
es ei espíritu, la entraña sangrante que ftbiitt f
sufee con vibración de herida monal".
La obra de M:irm Eugenia Va2 Ferrcira se lela-
cioaa con elemcnius característicos de las diversas
escuelas. En hneas generales podríamos vincularla
000 el mudcrnismo; ul iué, por lo demás, ei rlima
licerario de su ¿poca de creación.
Aunque bueno es notar que, asi como ella se
Sbmó de escuelas literarias, el lector debe asumir
iCÓtud semejante. Ya Cirios \'x¿ Ferreira ha dicho
XQRChas veces el exacto ¡xira los "scntidorcs"
áo Arte: no juzgar por i'.t uc J is, sino por valores.
En algunos momenios de La Liia d* los cánticos
predomina un cuidado de la forma, on gran teoddo
de la belleza abstracta, lo que determinó la califica-
dÓQ de parnasiana formulada por algunos aíticos.
Otras veces, el subjetivismo de los románticos
invade su verso y lo einparcnta con algunos ejemplos
típicos — sobre todo coa Hetne — .
Una experiencia continuada e impoctuite^ du-
cante largos años en que fué ptofunda sendidoca,
ejecutante y composimra de Música, trasciende a sus
versos y los relaciona con el simbolismo. Pero quizá
de este movimiento, lo que más encontramos en la
joet» de Marta Eugenia Vaz Tcrreiia es, poc la vía
LA ISLA DE LOS CÁNTICOS
musical tan específica, aquella entrañable tendends
as Éatt% peto asumida en grado eminente y ooÉIo
nigo caiacterístico por la escuela: la de teladooac
las palabras, por su estructura y sentido, de un modo
ta!, que ell.is cicspicrtcn en el Ictior al¿;o semejante
a !a cxpcricniTia que el creador ha querido trasmitir.
Desde lejos esa tendencia es algo muy vñrÍBUe
en todo el proceso literario; ella está impUcitt ca
la grao poesía de todos IÑ tiempos. Y el oiejor
l4us de León — s^ún yo creo el de los Diálogos —
lo ha dicho de modo getiial en aquel pasaje de Los
nombres ¡le Cristo en que establece — p.irticndo de
una liermosa imagen de espejos redoblados — la
necesaria relación entre sonido, figura y sígnificadán,
vecinas y semejantes "a cuyo es cuanto es posible
«wcinane a una ooaa de tomo y de ser el sonido
de «na palabra".
En nuestros días, Thomas Merton dice esta ver-
dad: "El jiüeta no usa las palabras meramente para
declaraciones o afirmaciones de hechos: de ordinario
eso es lo último que le conciesne. Sosca, sobfe todd^
juntar las palabras de tal maneta que ejerzan reac*
dóo misteriosa y vital entre sí mismas y suelten su
contenido secreto de asociaciones para producir en
el lector una experiencia que enriquezca las profun-
didades de su tspii.ii, de mcxlo singularísimo. Un
buen poema induce una experiencia que no puede
tec piodndda por ninguna otra combinación de pala-
bcas;^ es, por b tamo, una entidad que subsiste por
si misma favorecida con una individualidad que la
caracteriza y disdi^gue de las demás obras de Arte.
"Corno rodas las grandc-s obras de Arte, los poe-
mas verdaderos parecen vivir una vida totalmente
suya. Lo que debemos buscar, pues, en un poema no
es una refeteocia acadental a al^o exterior a él
misino, sino el principio interior íÍl- individualidad
y de vida que es su akaa, "tu fonna". £1 "signífí-
cado" verdadero de ao poema sólo puede lewmífae
en el contenido total de la exiterienda poética que
es capaz de producir en el Icccoc. JEai» «Spedeocia
poética cocal es lu que 4 JCMH; tW» ét IIIMMIlllWlf
al cesto del mundo".
En toda la obra de Mana Eugc-ni:i sc puede per-
cibir — como uno de i\is valores mas originales —
este don para crear un lenguaje poético, una relación
nueva j profunda de las palabras entre st; relación
capaz de sugerir ricos estados de alma en el lector
y hasta capaz de Sugerir aquella nostalgia que Itt
llevado a un autor de nucscra < pcK i a dcfiiÚC b
belleza como "el canto de una privación".
En algunos poemas es mis patente la utílízB-
ción c]ue para todo esto hace la autora del elemento
sonora. De codos modos, su pofbia siempre canta;
y L UI ls Jl i-m :iilar importancia; y debe mostrarse
en una cpoca en ^uc se ha perdido la línea melódica
Con sus medios estilísticos dice María Eugenia
Vs> Ferrara temas esenciales, reveladores de su ser
profundo. Ha elegido, pues, el camino más arduo^
Y su poesía musial. «fera, sobria, eíKá és
Éjgnificación.
Súbitamente se percibe que todo aquello a que
[XXIIJ
lA xsla de los cánticos
•e lefiete la autora en sos versos, todo aquello que
^ a bellos símbolos o a música melodiosa,
na aido piofundamcnte vivido, conocido, sabido por
ella. Así la noche, los surtidores, las flores, las estre-
llas; una in.itinolia, una cara; la autQis 7 ti éw»
púsculo; el viento suave que cruza;
. . .si» decir tuds
*í transitorio paréntesis
suspenso en la sombra faga,
cuando enmudecen ios cosas
O toéUmIé mo emtím.
La distancia que va de estos elementos objetivos
a su presencia enriquecida y trascendcn-.e dentro de
los versos, es una distancia exacta, de sutil medida,
de cstnct.1 ¡x-rspcctna de Arte. Esa disrancia breve
e inmensa, ptm s.ibre todo justa, predsa. s^ntfica'
ova, mide lo que va de lo anecdótico a lo OKCigórico;
de k realidad cooocet» al símbola Y un aire nuevo,
OD mundo nuevo se crea alrededor de palabra y
evocaeüo: es el mundo únko, original, creado por
la que canta, por la que da este nuevo acento a las
cosas y a sus nombres; acento por el que esta noche
esta nieve, este árbol y este sci>dal de flotes son
nuevos, únicos, semejantes a toda una Cfadidóo de
árbol, aocbe, nievt^ ráfaga y flores; pero absoluta-
mente nuevos^ con una significación ya cerrada co
sí misma; y es que han sido recreados y doeadot de
un.i vida nueva, tal la qoe K (ta ea Iw bctlot i^Mi
de aquel Nocf«r0o.-
ixxmj
MASÍA EUGENIA VAZ FERREIRA
¡Arbol nocturno, dnu míá,
sólo mía y solitMria. . .
aMtrto tstis por U nieve
de ma nocb« triste y larga!
Por eso si te sacude
alguna amorosa rájala,
en vez de M» sendal de ¡lores
cae mut Ikirí» A UgiÉmit.,,
El tema dramático cstá arraiwJo en casi todas
las composiciones del libro. Se dice esic drama —que
es, íobfe todo, U angustia metafísica, la conti;-i!Cia
del propio tac conflkttud— ; se áice el amor |>or este
drama; y la noche "hiedu. de soledad y de deaespe'
ranza tan bella, qne María Eugenia k carat eam»
siada o dolorida, ttansformándola en el ámbito ca«
(Krm:inentc de su poesía, en la subsuncia m;t<; pr©-
ÓPi Bi de símbolos vivos a través de los que nos dice
Alcanzan entonces estos canto* so caiácrcr de
«uténtica expresión existendal (dándole a este tér-
mino los caracteres y la dignidad de su anti.guo Itnají,
es decir, emparentándolo ton aquella expresión qae
desde David clama con c ara de llanto o con sonrisa
«nobada). Y así dice ella la angustia metafísica:
AA, si pudiera desatar un día
No sé cu.wdn labraste el signo ntio
el crisol ,¡<rn>-,i¡}oso de tus gestas
dónde cs:j:\i . .
donde la proporción de tus desigtüos. . .
{XXIV]
LA ISLA DS LOS CÁNTICOS
Y es la árida ejcperieocia, que culmina en aquel
extraño poema La rima vacua, cerrado on la evoca»
dón del "dúo de la nada".
Habla a so eqieeanza. Dice deaolacKjji,, átida
aobdad usKoaCt jr encuenoa, pata exgtmiBÉ m'tiui^
nada f ytWT*!) la rf»^ aiimi a da formal
Ya te he visto venir
Umea y piadosa como mt santo espíritu
sobre el vaivén de las marinas ondas;
La mita y la remita; la evoca en el íul^ot de
ha estrellas, en unas llamas danzantes, en unas táfa>
gas turbadotas, en tm fflá,gico abaxiica Y ante esas
anágenes, frente a ese ir y venir de la ptopia espe-
lanaa ftanifigiitada en nwliítyk!» famaa l^ga a deoe:
Pero tt interior vuelvo los ojos
peo la sombra de tes mancha Mjn^
Miro tu nebidosa en «/ vado
dar poco a poco su visión susptltíaf
sin el miraje de los fuegos fatttot
mo hmihái» tmmmei^mgnik
Y todavía!:
No llores porque sé; ¡os ojos míos
Sabe» vivir en lontatumzas huecas;
hasta evocar el áldmo eacaemni coa eMa «pigM»
muerta:
ixxvj
MAKÍA EUGENIA VAZ FERRKIRA
Lula que junio a A iémbién tendidas
nos abratemoi como hertaanas buema
y otrg vtx enla-adui ru>s durmamOit
m d stfdtro vivo d* ümml
En !a vo:^ aconixalwda y rrisce de Mari.i Tugcnia,
cuaiidú clecia estos versos, aprendí yo a pcri ibir qué
exacca mcdid.i, i.¡ue exacio tiempo, c)i:e cxaeuLS sono-
ridades dan al poema la presencia espiricual y cor-
pórea que él tiene; y cómo esta presencia viva,
apoyándote en oiúltq>Íes imágenes j severa música,
coBsigae crear ona sola, abstracta, callada pretenda
de Marta Eagenia y su soledad, ya separadas, ya jun-
tas, ya identifiead.;s y — en tin— dominando con
su uPiico ser soinbno las torm.is >]hc se evocan, para
dar una imagen de la esperanza en concrapu&ición
con la de aquella jMcuwani* <pie i^anoe ómo «tt
na ( B W mfift iwecft
Pvro li .;' /'..'ir;' ir vuelvo ¡os ojos
veo Li síDubra i/t íu tiiancba negra.
£9 <4 cainop a Ja noche ya no ct lóto ese tre-
menA> dniña^Ün aota tierna, de tensihiliHad apia*
dada, dcr compasión amoitwa Ift da CO W IDOdMIUO
esencial del poema.
Noebs, noche infinita, rincón de los oMdos,
ptráán de penitentes que nuuci hu tetón íkd»
más que cargar » soias el i^íodp mo^ffP
sobre U ligereza eamíiva ür Mtf «Etf.
y luego, al nivel de la úlri.na estrofa:
[XXVIl
LA ISLA OE LOS CÁNTICOS
Dale a lo: hiTie^Vitos que tOiíjí'Li st/ctiiin,
tus áureas icri;^;//cL:! y tu honia líe />/.,';./,
V li mi, qi!4; te dtico inextinguible r /i't.'Líi.
dame la eternidad de tu silencio, oh Hermana.
Bn ese aire v.octoixo va a decir María Eogema
sa tOÜt intitnn ser:
Y no tengo camitio;
Mit pasos im por la salvaje selva
/NI m perpetuo af im amtra^et«tio.
siento crujir ¡os extendidos brazos
que '.iii.i l/ fiiuíírno tronco se repUcgan,
tc/.'.-i'-. i'.:.'.'';'./, .folitíirtíi anviiüi.i,
y m un perpetuo 4^án contradictorio
mb pasos *ait por Ik J it i ñ ^ Jmím
O en aquellos dos versos finales de La estrella
ai tf iliwiiffiia*
^^^^www ^^^^ew¥
mientras mis torpes hrazos rastrean e» ¡a somha
- tifit- ia iitxfdiifíá^ éft 1100 #i¡fttMiWM otf^
BiWMlilli «quí en el centro vivo de la poesía de
Mark Eugenia Vaz Ferreira. La profundidad de la
experieoda que en ella se revela, da a esta poesía
on destino solitario irreductible. Como el de l« doc-
nina de su Oda a la Bellexa; como el de casi fodoa
los rasgm ettíUsticos que informan su obra. Pero ea
estos poemas mietafísicos, de tan profundo y miite-
[ XXVU J
MARÍA EUGENIA VAZ KERREIRA
Mtfiá Bqgcoiii «lá ea el conate ta»
mo de lü soledad.
Esta linca de gran poesía cxistencinl alterna en
el libro de María Eugenia con la del lem.i idilLo,
con aquella en que la aiatura dice pausa tranquila,
aite de jardín, «moroso trance, adietes y noscalgiu
que nos recuerdan la sentiKMad de un BécqMC O
de una Rosalía de Castro.
Coindo veo estos duUes poemas junto a los
Otros — a los dramáticos, a k» de linea heroica y
sevettx metales — siento una emoción como la qne
me embarga al desiuhrir en la obra de Durero. entre
las aguafuertes en que la forma dice tirn.i de giicrra
o tema de postrimería», aquellas violetas ritmas sólo
apoyadas en sí mismas — «n ta sef de violetas — que
sueñan la pau» de «mor, U contemplacióo naar
quUa, el gosMO deJcise haga dd asadoc de Lt
MtLmcoUa.
Ea I» Strenata UMi l iin i whm r O h íim i Uit i ^ d
A veces los dos modos se cnttaa: la linea meló-
dkí, las imágenes oonoetas, claras, seodllas, son fai
substaiida con la que se nos revela otra vez una
dolotosa afirmación como en la Barcarola de un
tteéptíco o en aquella Historia pósluma. o in la
conpMidóo Pffd$. U$ celda, de sgpua ^ ^.^f"^"^"
después im setuendt ^ qhseiéonsnttS
(ZXVm)
LA ISLA OE tos CÁNTICOS
los aldilhoneí golpean
con rumor Je tSernidad,
)■ {■! cnr.tinn sditarif)
le responde: "M.'tJ allá" , , .
Stíf más allí de .</ mismo,
mif ¿tu del pr<,¡w mal,
amorosamente solo
con su mal de soledad
En fin, línea melódica e imágenes concretas dan
el grave misterio de Ünieo poema cuyo secreto se
sugiere, en gran parte por la vfa musical, muy sabía
y sutil en esta composición, en esturfas ocAidss y
abiertas a la vez a un infinito;
Desperté j sobre las olas
Afir 0ebé 4 velar otrm «wx.
Bt d ndbt misterioso, el mis trascendente de
los cantos de María Eugenia; se le siente animado
por un saber extraño e incomunicable. Con imágenes
desnudas, ron melodía lineal, con limpidez cristalina,
ha dicho allí el sueño en el que se revelan al alma
leticioaBS pnraonn os vscMf -amBsw- y BoieBMk
En este extraño conrierto de !a imagen concreta
y su sonibr.i: de !o oue es perfectamente dibujado
V l.i l'iV" 'i!- 1 r;ih'e lirrchli. piirdr; estudiarse el don
de inteligibilidad que María Eugenia Vaz Ferreira
tuvo y la oo ci ri wgnd» de lo intágible y lo Mono
[znz]
Páginas 1 y 2: en blanco en el original
RESURRECaON
Qiiicro tenderme en éxtasis b«ato ,
cabe la fuente rítmica del verbo
7 eacticfaar «n polífona annoiiiia
e! hirrno espiritual del pensamiento,
engarzado en fantásticas palabras
qme k revistan con sa idkma exceho
como piedras precio=as, fulgurantes
«Id arco iris bajo el gran reflejo.
Quiero que el surtidor abra ana labio*
junto a mi oído relípioso y trémulo
y semejante a la fecunda aurora
tiegot j flamee lófare ú panpie nmerto
haciendo resonar las arpas mudas
y aromando las rosas del desea
Quieto jmtar a la sonante boca
mi nebulosa trágica de tedio,
que la golpee la potente frase
entre las ondas diibnas dd verso,
y a la frescura de benignas lluvias,
bajo el rayo inmortal del sacro fuego,
en ciilticot de vida y de e sp cniM »
Ifi
* Página 4: en blanco en el original
SÓLO TÚ
Mi corazón ba rimado
iDOa el corazón del día
en nn palpitar llameante
que ae convirtió en cenizas. . .
MI eoraaón lia rimado
con bs rosas purpurinas,
y se cayeron los ¡léíalos
de las corolas mardiitax. . .
Con e! vaivén de los mua
mi corazón hizo rima,
y se rompieron las ciu
m mgaim «Mbmt,* .
Sólo tú, noche profunda,
me fuiste siempre propicia í
noche misteriosa y suave,
nodie muda y sin pupila,
que en la quietud de ta sombra
guardas ta inmortal carida.
MI
* Página 6: en blanco en el original
LAS QUIMERAS
SiBagtit bulicnte de las bocas rojas,
sangre que brilla
y en recóadiios vasos se retrae
cuando fervientes labios se avecinan. . .
Paladar calcinado^
Uogim de fuego
que lleva el peregrino
bajo el sol meridiano del desierto
y cuya sed no aplacan
el límpido raudal de los oasis
y el dulce jugo de ios ooooteroa..^
Collares desatados,
lacias guirnaldas de los brazos quietos,
ce&dk)res de amor nunca prendidos
fdM-fitaedMir loa oncflos eÉMsdarioa
T loa tonos aoUcitot» • *
Cuencas de las
curiosas de figuras,
ebrias de perspectivas d esl un d u antes,
conturbadas por blondos eqtejismoi
adonde fácilmente
se borran los mirajes
como en el mar la curva de las olaa
y li fttgu cstda de Ibb mm^, i
17]
Placa de oro para el son yi8|pídi,
fibras de acústica sonora
por donde ruedan todas las paUna»
^ kagáspii ana ttcict» neñttii... .
Campanas mndaa dé los corazones,
cosas rebeldes,
también como a vosotros
más de una vez las manos me tendieron
más de una vez riéronme los labios
y se dcshiao en ciUdoa aromas
lililí» de toa nslM iMWsioa. . .
También como a vosotros
miráronme golosas las papilas,
que rayaron en tórridos incendios
con brillo de fulgentes pedrerías. . .
Mas wtgiá tommoite y tristemente
porque tanatíén me Ufl|^eron en mal hora
con sedes y ambiciones sobrehumanas,
con deseos profundos c imposibles,
ywoy eomo «oaotroa
también ínaCBeaHvle e impotente,
cargando con k cruz de la quimera,
ajustada a la sien ardoa corona,
sin poder daudkar
y sin tocar la carne da Ip. yiálk
jamás, jamás, jamás.
m
HAO^ LA NOCHB
Oh noclie, yo tendría
una palma futura, desplcgutft
sobre d gnm derierto»
<t tú trie das por una sola nodw
ta corazón de terci(^lo negro,
y yo, al compás de su- morena sangre,
Mi tanto será vffO
■ólo por el deseo
de senoar h rynMwm «wpwtti , «>
Oh noche, yo te quino
sin el fulgor de lunitnosOB BBtRM^
sin marinos clamores
7 sin la vos tp» f ioge
cB los^eiáneos sc M o pw d raoof de lo^'-i^kirtOK» «
Oh éidce nodie inla, oh dulce noche!
Aunque el glorioso fiájaro fiel alha
rompa después mi lapidario ensueño,
tn potvo de huiuietad arda en mis ojos,
y me seas de nuevo
sólo una palma antigua, Rpk;gid|i
•obre d gran desierta
19}
* Página 10: en blanco en el original
UH4 Jalda dfl «mi;
la llave, dáule €BkjiFájf
Yo ¡íé (It- wn tHVj&TO libre
qiije eii títn estrechi pxiaiún
4iilHffin ihirí]^ untuda
EDB ritamtilaB dc ADIOC', . r
[li]
BALADA DE LAS DULCES PERLAS
En d crisol de tu boca
quisiera verter mis lágrímM»
esas derretidas perlas
Sélo tfi nbes ser bueno
y envolver con ttis palabras
la inquietud de mis caprtdttlt
y d vaivén ^ai mgtíxm.
ÁiÉtt^ estés lejos te ^to
tan cerca que no hay distanda,
cuando en la noche profunda
• se llora sin tener causa.
Y en cl criso! de tu boca
quisiera verter mis ligrimas;
yo sé que me las darfaif
en dtilce dicha trocadas,
esas derretidas perlas
dd hondo mar de mis ansias . . .
£13J
EL CAZADOR Y LA ESTRELLA
A flor de vida van los corazones
como estrellas de mar sobre las aguu>
Van con la onda furtiva, distinta,
en un roroántíoo jaego de girada. . .
Boj^an los corazones
como estrellas de mar sobre las aguas.,
Algunas fosforecen en la noche,
o liajo el cabrilleo del sol danzan;
algunas saben la ciencia quimérica
y «e plasnian en peregrinas íormaa
de fumen sacro, de frágil materia. . .
Y como quiere la armonía cósmica
que sean ttos los bandos cojTibatientes,
armados van en sus flotantes barcas
los cazadores con redes de oro.
Oh derrotas
bajo el vidrio de las olas sepultas
con transparentes lápidas. . .
oh victorñs que corona la espuma
con risas quedas y con rníris Nancat.».
prófugas que glisaron audazmente
el rudo afiti de los conquistadores»
fimAn versátil deJ eontüio errante,
idílicos vaivenes
burlando en un zig-zag funambulesco
CW3
Ié majestad de las proras triunfaleá.
Y tó. viajero, nü dulce enemigo,
que el guerrero atavio llevas quieto,
el mástil sin pendón, la frente inmóvil
bajo el fulgor |)r¡.smático del iris,
<pe vas ciego a la luz y sordo al canto,
vanamente los vividos corales
como labios se pegan a tu borda,
anida el viento en tus {legadas velas
y te llaman con fantásticas liras
desde las sirtes las rubias sirenas. . .
tá no vas solo en la patria sin rutas. . .
cuando a la vida toda cosa duerme,
descansa el viento en su griiln íle nácw,
las ninfas posan la discreta mano
«obre las Hras mudas, cuando cierran
m boca azul el florecido loto
y sus ojos las lámparas sidéreas,
cuando nada está vivo, cuando nadie
vivo está más que tú, viajero triste,
ma estrella de mar,
la más limática, la más rebelde,
hija del arte y de la libertad,
al impulso de un arcano deseo,
el alma a media luz, sola y distante,
va siguiendo en silencio hora tras hora
k misteriosa estela de tu nave.
[16]
NOCTURNO
l Ailnl «MÜBine, ahna mía,
sólo mfa y solitaria. . .
cubierto estás por la nieve
de una noche triste y iar^I
Por eso «i te sacude
alguna amorosa ráfaga,
en m de un cendal de flores
cae iim nnfift de üg^bm.,.
117}
* Página 18: en blanco en el original
VASO FURTIVO
Por todo lo breve f t^k^
nperficñl. fngitívoi,
por lo que no tiene basrs,
•rgumentos ni principios;
por todo lo que es liviano^
vdOK. mudable y finito;
por tas volutas del humo,
por Iris rosas <\c los tiiWM^
por la espuma de laa olas
< 7 ba bramas dd olvMo. . .
par k) que Ies carga poco
m hs pobres peregrinos
de «ta trashumante tierra
gisTe 7 lunática, brindo
con palabras transitorias
y con vaporosos ^'inos
de burbujas centelleantes
'A'MMiIh garturadiaos. .'.
Í19]
* Página 20: en blanco en el original
SACRA ARMONIA
Valioso fSaas ét k mmonía
con una gloria ilUBa(ería! y mística,
misteriosa, dolorosa y profunda
m la visión de su potencia arcana.
Glorioso placer de la annonia»
despertar de su sueño
disperso en chi9{!^..$$ifiai!l'j^^
entre las cavidades de k aotdam. . .
Gloñoso placer de la unnunía,
jugar con ellas un divino juego
de per l ección y de iiunortalidad.
La fantasia, como d sol 7 d viento^
del silencio y la sombra
los divinos destinos les arranca;
la fantasía, «ome 4l aci ardiente
la Cantad como d viento alada. . .
V vuelve al numen con su gran tesoro
y hay una boda extraña
de un misterioso amor que resplandece
prendido al oro de su misma ílama.
{21}
Qorioso placer de la arrocMiia
imt^culada.
¡Oh lüs cor-,c)iü>larlorcs
entre el eco de las ondas sonoras
y I» iidgimdéa dd arco fari»»,*
Stt exaltación gloriosa y pal^HUlte
en los sublimes juegos
con la rosa de la policromía
y con la lira magistral dd vertx>. . .
Cómo ascienden las rftnneas escalas
y las albas clarean,
y se unifican para ignotos himnos
ohs de un mar en iaqui^nd perpetta. .
¡Olí los conf|iiistn(l()rcs,
cuando brota ia voz que llevari
diálana y |Nifa como un son patricio
d pensamiento hacia b libertad. . .
Cuando en el bloque límpido y severo
sobre la blanca rigidez dd mármol
lamsa la curva su infinito vuelo. . .
Cuando
surge la íornm de la nueva gracia
coa vibración de rumorosas dtaras
O con serena majestad de ^tatual
122}
GloritMo pbcer de la amonfi. .
Alguna vez en el turbado numoi
palidece la fuerza insi^ratoría»
pero la amBKmda iutaaía
prosigue W camino, toca el astro,
y en el interno alcázar triunfalmente
se endende en fuego el pórtico sagrada
* Página 24: en blanco en el original
MIRAJE
La verdad vive cti la lumbre
y en la sombra las mentiras;
^ eso tálo en la noche
tus édlees o|oc me adras.
El padre Sol se levanta
desgarrando las tinieblas,
7 tus ojitos. . . se esconden
con las pálidas estrellas.
[231
* Página 26: en blanco en el original
ms DESTS81AJQ08
Vm fría, tarde triste
yendo por una apartada
ruta, al través de los turbio»,
cristales de ana ventana
70 lo vi gaUardameitte
airvado sobre las fragnu,
£1 cabello sudoroso
en ondas k negreaba
chorreando salud y faena
sobre la desnuda espalda.
Le relucían los ojos
y la boca le.brillaba
henchida de sangre roja
bajo la ceniza parda.
Y era el acre olor del hierro
taz de chispas incendiarias,
rudo golpe del martillo,,
vaho ardiente de las ascuas,
qtie las mal justas rendijas
hasta mí fhiir dejaban
con ecos de cosa fuerte
y efluvios de cosa sana.
"lÜat 4e ks niiéricordias .
qtK los destinos amparas,
f^inifo jOM «cfaaste a ^ vida
¿ por qué me pu^te un ahnaf
Mírame como Aliasvero
siempre triste y soUtitria,
con
y las divinas palabras. . .
Mírame por nú camino,
como por una vía apia
de sonrisas incoloras
y de vacias miradas. . .
¿Por qué no te plugo hacerme
Hbre de secretas ansias,
como a ta feliz doncella
que esta noche y otras tantM
en el hueco de esos brazos
baBatá k suma gracia?"
Así me quejé y a poco
seguí la tediosa marcha,
arropada entre las brumas
pluviosas, y me obsediaban
como brazos extendidos
los penachos de las llamas
y tinos ojos f eluttet m
ail'ttulc ;c r.ji'Iejaba
el dora<lc> y luminoso
serpenteo de las fraguas.
mí
EL MENSAJERO DERROTADO
A buscnr mi infiel tesoro
va por el camino incierto
fogoso corcel que azuza
b iliertid
y d corcel de mis añores
ún alzarte caballero,
tendido queda a tus plantas
en hbatfM. espuma dwhedao^» .
[291
* Página 30: en blanco en el original
EMOaúN PANT£ÍSTA
Señor, te diré <|iic la sabrosa belleza
de esa tu carne pálida, me hace llorar de amor;
lloro por la magnolia de tti cara, por esa
cara que ( -tá ^l^•^tn^■:I.•! solirc su tallo en flor.
Laureando con tu gracia mi gloriosa tristeza,
con hojas de tus ojos de cambiante verdor,
vas hasta el fondo arcano de mi naturaleza
por todos mis jMdioes y siempre venoedoc.
Señor, qui?4 tii eres suavemente fuerte,
quizá til cáliz dona consolación de muerte
a tiempo que florece tu espléndido fervor;
también yo soy amt)igua, por eso es que te sieato
y lloran, atando abres bajo mi pensamiento,
mi tttnm y mi creptisculo su rocío de amor.
en blanco en el original
ODA A LA BELLEZA
Oh Belleza, que lú seas bendita,
ya que eres abeolutanwnte pura,
ya que eres inviolada,
litiJiiiila, íintie, sana e impoluta.
Fuente de la divina complacencia,
oaús «nfinito
que prodigas los éxtasis beatos
y las románticas oonten^l^ciones. . .
Adonde quiera que tu signo luzca,
adonde quiera que ta esencia encunes,
«merge de tu ga^a iantasia
rm:^0diimtok y ItrníiMMi,
una fruídóii j^ofunda e ineíáUe. . .
Eres el caaee jmfidlco
surtidor de armonía,
crisol de místicas depuraciones,
la veta que colora y que sublima
el eterno miraje;
eres !n gema niiyusta
prendida sobre el arca
fértn áel fuiivem»;
Aunque el ciego te ignOf^
el profano te niegue
C33]
y ti infiel te repudie,
eres eternamente triunfadora
sobre la indiferencia de los nedoi
y la conjuraciÓB de los apóstatas. . .
Aunque los pecadores
te inculpen sus pecados,
y te acusen los réprobos
de atributos malditos,
eres inmaculada e nocente;
no te corrompes cm k biél éá oéki
ai la pomofia del ama sacrflqio.
Eres inaccesible,
tns pasiva y sola,
sencilla y sobrehumana;
no inb^piras, no padeces
«1 dominio imiicrial ilc la materia
ni la sensible turbación dd alma . . .
Entn iodo* k» acMrtedBdefitM
evoluciones, mitos y teorías,
entre la suficiencia que te alaba
y la diversidad que te interroga,
tá te levantas religiosamente
dentro la urna dúctil de tu íCrma
como en la alada prez del incensario
k innwmidail de la sagrada hostia.
134]
Oh Belleza, que n'i sc,-i= I't nd-Ti,
más b sabia legión de tus a¡xj3ioles,
la entraña que te crea,
el sol que te ilumina,
el prisma que te agranda,
la plancha que le copia,
el áureo pedestal qiic te enaltece
y el soberano lis que te corona.
Por eso sobre el plinto de tu imafeo^
sobre la majestad de tu hermosma,
«obre d falgor joyante de tos iris,
«obre la egregia línea de tus curvas,
pongo la rendídóa del canto mío
a tu srada inowrtal loa f eamda.
193]
* Página 36: en blanco en el original
UBERATÓRIA
Acordeón de rudas voces
que cerca del puerto suenas
ttt cuciátt twdbk "dc-ndfciiBi
ún alcfiiu ni penas.
De adioses de tierra y mar,
polvo y ntée^ faaa y áúo
en perpetuo ritornelo
de pasar» pasar, pasar. . .
Lo* «tetaos mveganftef
dejan su ruta infinita,
como los fieles amantes
tienen contigo una cita.
Y las manos marineras
te dan sus caririns vanas
entre sotas cantineras
7 perfumados nirvanas.
Te cantan vagas canciones
con la mirada perdida,
pOf 'W^ HtBeA ttti aottcv
damorear de de^effida.
tm
manen cx>ros peregrinos
que se van entre las bnmias,
grito de albatros marinos
y evanescenda de espumas.
Acordeón de rndas voces,
tu corazón es de viento,
y ta musical acento
pofifonia de a^oaes. . .
Ah, quien pudiera imitar
el alma tuya viajera!
Quién pudiera
irse sin cesar. . .
BARCAROLA. DE UN ESCÉPTICO
Alma mía
que tornas al viejo lar
con la red seca y vacía
de las orillas del mar,
ccm la red seca y vacía
que en la {denitud del día
no te atneráte a arrojar.
Yo he visto los pescadores
pescando gloria y amorae
que disiparon después.
Unus llevan cosas muertas;
otroi las llevan desierttií ■
lo nifmio M.
Alma mía,
que la red seca y vacía
no te atreviste a arrojar.
Entre la arena y las olas
existen dos goms wIu:
• morir o matar.
Alina mía
que traes la red vacía
de las orillas del mar. . .
C»}
Página 40: en blanco en el original
TU ROSA Y MI CORAZON
Antes que entre tus labios y mi uído
el ciprés del silencio, largo j mudo»
alce su quieta cima,
de tu palabra en el cristal sonoro
dame una roja rosa, que será
por tu lirismo y tu carne fragante
rosa de amor buaMno y rasa tnístiea.
La prenderé en mi pecho
sobre la palpitante rosa mía,
y del perpetuo beso el tibio roce
eqi«rdr& sus perfumadas ondas. . .
Hoy.
ebria de aroma me será brindada
la belleza infinita. . .
y en mi larva fugaz aiando se apaguen
los armoniosos éxtasis,
me envol\crán las perfumadas ondas
en su mortaja amante y siempreviva.
Dame una rosa, antes
que el ciprés largo y mudo, entre nosotros
alce su quieta cima . . .
ina 42: en blanco en el original
A HEROS
Heros fecunda } pia, buena como om lKiautiia
cuya complicidad d sacro amor eonolniia;
estrella soberana
protectora de idilios» esircüa peregrioa»
ca&ntBs y coánttt vccm tu lángara divina
prendió para nd» iiodic»sa blonda filigrana,
y cuántas fue que el ritnx> de la elocuencia humana
tendiera en mis oídos su alada serpentina. . .
¡Cuántas y cuántas veces
mientras me susurraban las rogSPtivas prece»
dijérate ctt dñencifr: il^lübdní^i^ tpeséímt
{Asi como en el vaso de márgenes cerradas
vertieran sus tesoros las pródigas cascadas
Irisaban tus ofrendas sobre mi corazón!. . .
VÍA SECRETA
¡Cuántas cosas, dueño mió,
cuántas hay que nos Separan;
ruca, abismo, mar y cicIO,
Pero yo te digo un nombre
y tantas veces lo digo
que tengo una ruta abierta
entre mi boca y tu oícli«.
14)1
¡na 46: en blanco en el original
EL ATAtm FLOTANTE
Mi esperanza, yo sé que t6 estíii nmerta.
No tienes de los vivos
más que la instable fluctuación i)erpelm;
no s¿ si un tiempo vigorosa fuiste,
ahora, estás muerta.
Te han roído quien sabe
qué larvas metafísicas que hicieran
oitre tu duke carne su coBedit.
En vano
el mágico alanico de tus
con irisadas ráfagas me orea
soltando al aire txahaáona dúapn.
Yo sé que tú eres de esas
que vuelven redivivas en la noche
a dedr otra vez su última verba. . .
Ya te he visto venir
blanca y piadora rnmo 110* santo espíritu
sobre el vaivén de las marinas ondas;
te t« lirto en «t ^tgor de las estrellas.
y hasta los bordes de mt quieta planta
danzan tu»; llamas en festivas rondas.
Pero si al interior vuelvo los ojos
veo la sombra de tu mandia negra.
miro tu nebulosa en el vacío
dar poco a poco so visión saspensa;
r4n
sin el miraje de los fuegos fatuof
veo la sombra de tu mancha negra.
No Uores porque sé; los ojos míos
saben vivir en lontananza!; huecas;
míralop secos y tran'¡iiiIo<; márchate
y el flotante ataúd reposar deja
que junto a tueftüá «ewÉlft
nos abracemos como hermanas buenas
\ otra vez enlazadas nos durmamos
en el sepulcro vivo de la tierra.
{491
voz BEATA
"Hija" me han dicho tus ialliOit
"Hija", que duke canción 1
Y a la stAtL ÍBcSna mfii
qué bien le liego esa vosl
"Hija", palabra divina,
tan llena del Uoiubre mismo
más que mtínm éttaa»i.
"Hija". . ,
Todo hombre es un poco padre,
por amante y por varón,
sexo superbo e invicto,
hecho de sublime andada
y de pudor;
tCKD 4e ertatiias, tallado
ot fuerza de inspiraciún,
Helios vivo, mansa luna,
alma y carne y sangre y fuego
vencedor.
P<ir eso tu nombre, "Hija"
fue como un rayo de sol
sobre el sudario de nieve
que envuelve mi corazón,
y en mi solitaria estancia
cuando la noche llegó
^^^Ab^^^ M^^^^Ék '^UA^^^^^^^^ ^^^^^^^^^^
IW PBI unt JUUiDfe uuef a
[49]
que daba un tibio fulgor
y me dormí dulcemente
profundamente arropada
{301
INVOCAaON
Oh nocbe embriagadora
hecha de soledad j de dewsperaiisa,
que brindas en tu COpa de azabache y de estrellas
sobre la tierra ardiente en (quietud derramada.
Noche de las defioias nmdas y
de que gozan los muertos vives conm fantasmaa,
abrochando en la sombra su camal vestidura
iwMtWta de enflorar la fiesta meridiana.
Noche, noche infinita, rincón de los olvidofl,
perdón de penitentes que nunca hicieron nada
weáá que carg^ a solas el pesado madero
ioibre la Ugeten cantíva de sos aba. . .
Te e^ero día a día
para esconder mis horas en la paz de tu lápida,
cuando las ondas vivas su vibración aquietan
bajo la fuera ignota de atávicos nirvsoa^,,
7 en hmsibles 80{dos
d «amen secular su insptraddn levanta
del fondo de los tiempos para Riem])re extinguidpS,
aunque la rueda cósmica traiga sus añoranzas.
Yo no sé lo que dice tu boca abierta y mudl
al que doró su tienda con oro de esperanza,
pero yo sé que sabes con amorosa 'cfteBCÉi
tenderte suammoBt» sobni d afana auandat
Tu voz dice en silencio tu eternidad futura;
k rúbrica del "Fin" está en tu ébíMaft mancha,
aunque a besarte vengan en sus carros sonoros
con mas auiedas rubias las doncellas dd alba.
Todavía los mundos
relucen en la bóveda ríe tu urna saíjrada;
un viejo tesorero se ha dormido en los tiempos
j ha «tvMají» en ta loado snt Ü^bris iHhi^.^^
Dale a los bencditos que todavía sueñan,
tus áureas lentejuelas y tu hostia de plata,
y a mí, que te deseo inextinguible y única,
dame la eternidad de ta sflenda oh Hermana.
*
HISTORIA POSTUMA.
Todo me lo diste, todo:
d ritmo antl^
S^oitdoftéBi
Las palabras melodiosas
divinas cotno el silcQCio^
> r''.^ríi (le nieve v oro
[jcriuuudas de secretos. . .
Las albas anunciadoras
de los venturosos días
iienchidos de primaveras
refii^entes de sooiiaas. . .
Las piltdas ndliulosas
de los ciclos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la pax 4» lot «flÁercM.
(33}
* Página 54: en blanco en el original
BEATITUD
Con el vaivén de sus ondas
nachos cantos me lian mecido:
pesados fueron los besos,
las risas y los suspiros.
Tus brazos han de ser suaves
como el ritmo de las cunas;
quisiera domiinne en éOot
y oo deapertanne nana.
* Página 56: en blanco en el original
INVITAaON AL OLVIDO
Humedecido en nu lloro
fiameó ta blanco paSsdOb
y calló su ritornelo
nuestro adiós largo y sonoro.
Se unió el quejuniljroso coro
del viento a mi acerbo duelo,
mientras me miraba el cielo
con M» favilas de «lOi
Resonó el postrer silbido,
tras el cresp&a de la brama
el Iniquc ocultóse al par;
y brindándome el olvido
en su ancha copa de es{>unia,
'^dbe"» me deda d toar. . *
1571
* PAGINA 58: en blanco en el original
HEROICA
Yo quiero un vencedor de toda cosa,
kMwoerible y únioo.
En cuya grácil mano
M quebrante el acero,
el oro se diltiya
y el bronce en que se íuiidea las corazas,
<i tfiSdo gmako de k» mum
las rocas y las piedras
los troncos y los mármoles
como la arcilla modelables sean.
A myo pie sin valla y sin obstáculo
las murallas amengüen,
se idvelen los pozos,
las columnas se trunquen
7 se al»an de par en par los pórticos.
Que posee la copa de sos labios
d licor de la vida,
d yirus de la muerte,
la miel de la esperanza,
las beatas óUeas del olvido,
7 dd divino amor las hostias sacras.
Que al erótioo influjo de sus ojos
se firipnricii los cristales,
la nieve se calcine,
se combustione d seno
v^gfalll de las selvas
y se empenache con ardientes ascuas
el corazón de la rebdde fémina.
Que al rayar de sa testa ifacninada
resbalen de las frentes
las más bellas coronas,
tos ]ib«n» se borren,
rejíHegtie sus insignias
la faz del estandarte
y vacilen los símbolos ilustres
sobra sus pedestales.
Vo quiero im vencedor de toda cosa,
donador de serpientes,
encendedor de astros
transponedor de abismos. . .
lif- que rompa una cósmica foiÉl
OOOlO el derrumbe de una inmensa tom
con sus den mil almenas de cristales
quebrados en ta bóveda ¡nftnita,
cuando el gran vencedor doble y depon^
cabe mi planta sus rodillas ínclitas.
ELEGU CREPUSCULAR
^■¡i..i;tí. ('e las leves zlUf
azulr.'>cnte silenciosas
y azulmente solitarias,
anónimo pasajero
fugaz en trxlíis las patrias*
en ias misteriosas selvas
y en las pitiu oniiiicas,
viento suave del crepúsado»
viento de las leves alas.
Tu roce sobre mi frente
tiene la néum «fktda
de la luna entre Ins ruinas»
de los óleos en las llagas
y de tas claves que aflojan
el cordaje de las arpas. . .
Tu fresco soplo serena
la exaltación de mi altna
fosca Út Umbm*' ffis liwribrc
y esperar sin esperanza
por haber nacido pósluma
dentro de su propia lápida. . .
Viento suave del crepúsculo
Olio cruzas sin decir nada
el transitorio paréntesis
suspenso en la sombra vaga,
cuando enmudecen las cosas
o todavía no cantan*
cuando de los rojos toles
palidecieron las flamns
y las nocturnas estrellas
estin todavía pálidas. . .
Si yo supiera estar triste
yo me desharía en lágrimas
para que así me bebieran
las caricias de lÉs r&fagas. . .
¡Qué lindo renunciamiento!
jQué liberación beata!
Viento suave del crepúsculo,
ú tus brisas me acabaña,
amlmcnte silenciosas
y azulmente solitarias,
viento de Iits toras iíb» , . .
LA ESTRELLA MXSTEÍtlOSA
Yo no. té ééaát está, pero su luz me llama,
joh misteriosa estrella de un inmutable sino!...
Me nnnibra ron el eco de un silencio divino
y cl luminar oculto de una invisi|2le llair^
Si alguna vez acaso me aptito éá auám^
con ima fuerza ignota de nue\-o me reclam:
gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama
o un imposible amor extraño y peregrino . . .
Y sigo eternamente por la desierta vía
tras la fatal estrdla cuya atracción me gub,
mts n^nca, néiin, vénat a revelarse llega!
Ptro ta luz inc llama, su silencio me nombra,
mientras mis torpes brazos rastrean en la aombra
con la desolación de una esperanza ciega.
ce}
* PÁGINA 64: en blanco en el original
£L REGRESO
filb de vober a ti, propidk tíerr^
eono «na vez surgí de tus entrañas»
con un sacro dolor do carne viva
y la pasividad de la¿. cslaiuas.
He de \ oh er a ti gloriosamente,
triste de orgullos arduos e infecundo^
coa la oirenda vital inmaculada.
Ufo éd, tmmáo Umwte el «ipo aáú,
el crisol arniottloso de tos gestas
dónde estal a . . .
dónde la proporción de tus designios . . .
Tú me brotaste fantásticamiSÉte
con la iiuiclud de la serena sombra
y el trágico fulgor de las borrascas. . .
Tú me brotaste caprichosamente
alguna vez en que se confundieron
ttts potencias, en una sola ráiaga» . •
Y no tengo camino;
flds^ tmm «ata por la salvaje aán.
en iin pepduo afin contradicttnrio»
la N oluntad incierta se deshace '
para tornasolar la fantasía;
coii luz y sombra, con silencio y canto
el miraje interior dora sus prismas;
mientras que siento desgranarse afuera
(Al
con llanto musical los surtidores,
siento crujir los extendidos brazos
que hacia el materno tronco se repliegan,
temor, fatiga, solitaria angustia,
y ea un [>erpetuo afán contradictorio
mis pasos van por la salvaje selva.
Ah, si pudiera desatar un a
b tmidad integral que me aprísional
Tirar los ojos con los astros quietos
de un lago azul en la nocturna onda . . .
Tbw li teGa flnda entre los cálices
cuyo ferviente aroma sin destino
disipa el viento en sus alas fbtantes.^.
Darle el útimo adiós
ai insondable emgma áá deseo,
cerrar el pensamiento atormentado
y dejarlo dormir un largo sueño
sin clave y sin ftilgor de t ede n e fa nea. » .
Algima vez n>e llamarás de nuevo
y he de \o!\ i r a ti, tierra propicia,
con la ofrenda vital inmaculada,
m wá «gMt iaa t t tt e ri |& toda eavtntei.
como en una bandera fibertada.
im
HOLOCAUSTO
Quebrantaré en tu honra mi vieja rdldi^
si sabe conilmtirme la ciencia de tu mano,
si tienes la grandeza de un templo soberano
ofrendaré mi sanare para tu ídoÍBCtÍB.
Naufragará ei, tus brazos la prepotencia mía
sí tienes la profunda fruición del océano,
y á sabes el ritmo de un canto sobrehuniano
ailendar&n mis arpas sa eteitta xaáoébi.
Me volveré paloma si tu soberbia siente
la garra vencedora del ¿guita i>otente;
ti sabes ser fecundo seré tu floración,
y brotaré una selva de cósmicas entrañas,
cuyas salvajes frondas románticas y hurañas
£671
Página 68: en blanco en el original
SERENATA
Te giista que esté a tu lado»
te gusta aa canto alado
«saque iA no natía 4||M^ mi amor;
eres triste peregrino
amas la gloria del trino
y yo soy un ruiseñor. . .
I>a misma fuente murmura
tu ventura y mi ventura
aamqoe ni no me lo digas, mi tueo;
y aunque no me dij^an nada
ni tu voz tú tu mirada,
todo tú me dice: *1r«ttir
Alguna cercana noche
o alguna noche lejana
romperá mi pico el brodie
seeteto de tu ventana,
y con las alas tendidas
para remontarte en ellas
llevaré nuestras dos vidas
a ftmdirse en las estrdlas;
Verás qué dulce fulgor
aunque tú no me lo digas, nii amor.
* Página 70: en blanco en el original
LA RIMA VACUA
Grito de sapo
llega hasta mí de las nocturnas ciiarcas . . ,
la tierra está borrosa y las estrellas
me han vuelto bs wfwMat.
Grito de sapo, mueca
de la annonfa, sin tonos, sin eco,
Ikfi liasta nii de hs aoctanias dtarcas.
La vaciedad de nú proftmdo hastío
rima «m & d Mo de la nada.
1711
* Página 72: en blanco en el original
DESDE LA CEL^
¡Ay (le aquel que fuera un día
novio de la soledad!
Despoéí de este mm Mtp^aaúi.
¿a quién aimui?
¿Quién sia dar nada se entrega
y estrecha sin abrazar?
¿Quién de un vacío tesoro
liaoe que se pida "más!"?
¿Qué araña ¿nvisIbhHy HMldíi^
carcelera singular,
teje sus rejas abiertas
y el cautivo no se va?
Ijos aldabones golpean
con rumor de eternidad,
y el corazón solitario
k nipaii(k}'''lili^'*. . .
Sí, más allá de sí mismo»
mSá allá del propio mal,
amorosamente soh
con su mal de soledad.
tm
Afuera ríen los soles
tus vitrinas de cristal
racinx)s de perlas vivas
al pasajero le dan.
Por los caminos del mundo
cruza la marclia ttttmfaL
Svohél. . . siga la ISMíta. • .
¡Ay de aquel que fuera un
novio de la soledad!
AVE CELESTE
Alma, aé Ubre y rauda, se líni¡)ida y aonora
como un maravilloso pájaro de cristal,
en cuyas alas canlen las perlas de la aurora
y tas campanas suaves dd himno vesperal
De toda resonancia, la vibración perciba
sobre su espejo armánioo ta carne sien^treviva.
Alma, sé sensitiva
oono un nuravilloso pájaro de crislaL
La inedia noche tiembla su cabrilleo astral
y ^or la voz de viento la soledad suspira;
aima, tiende tus alas sobre la inmensa lira!
De ta revuelo cósmico para el flotante c^jo
esplenderá la pama del íon y del reflejo,
poniendo en ti la rima plural de sus encalas
y la visión del iris al arco de tus alas. . .
Todos los surtidores dirán su fant; sía
en el inmaculado crisol de tu armonía;
crisol hospitalario de purificación
que hace al reflejo diáfano y melodioso al MI..
Todos los sunidorcs dirán ?ti fanta-i'a;
ondas del pensamiento, rosas del corazón,
plegarías que se esconden entre los lalnos mudos,
dxxiue de los esaulus
que hace lucir la torva fulcncadán del bronce. .
tu cuita cfhUiM!
Ei Krfto elaiiMriMW de tuswlift « <i« tasptxtoM
iine hachi ol espacio baza
sin eco hu eAe^'in.
en dI inmucu.ado i:rísiA do La
lo troc«rá en jcorjeos tu pico :
olí IfinpUa y acoon pájaro de «ristall
176]
CASTO VfiBfiAL
A ti, iralnbm. mí BuyreiEifi den,
ti^d^ Fítia lí- e-^pf!:^:Ly.?r2 iTii-n. . . .
el tediq de ]rb, mtu ludlBltM, . .
Tiende
i^HÍerfl brtier íüi Ui f-npr: de oro.
Quiere oaiLurfie ¿Ji el EAOsUtí^
tfiudahk flu AUA íltrooíij ¿¡TPTfla m ub fikiiw
renyo cikajo ra
Ha£D(]!klci [<cr vdartlBoa fecundu
■o IT3fll(l(3i(>a(^ (1? ¿iereíitdaff . . .
A i-i, JWlIillirií, qiK- tÍL-^i'l'"= -i Til:i^^Í£,
r iiiiiatulii & 1a 1(kb traigTn nTiBTiin'fl
de Ifl loarardlloH ¿^aLm» tíu. , ,
|0% pmñmda, valiente y fngozp
dfl uudilum perlu en inurtDiitlQ,
de bUnEU ióbAb y dd Tüjsa. Somu.
Anfora
dfl tamptiaUdfiá y coosiallACÍxMues^
de suaves lluvias y síHttBttS ndtts. . •
de sonoras cadencias,
de cnijiente espuma, cascabel marino,
de místicas hostias y de miel pagana . . .
No hay un teiofo foi «qpc^ 4 tMgpo
en abundancia de oportBñW:g|]M
para quimeras y reveladones,
grandes historias y leyendas magnas;
no hay un tHOto que supere al tuyo,
vertiginoso para la elocuencia,
inagotable para la ilusión,
lineo para el numen romancesca
y ntu^eal para el divino amor. . .
Por tu vocero el invisible espíritu
se j|^ori£ÍCft en vívidsts ofrendas,
«t Ira tafien bs tmaaim Sbmi
y el cora/.i')ti henchido te desborda
en sublimes poemas. . .
Por ü
MÉve ^ hroan triunfal de lo» escudoe
brotaron rosas trágicas»
cuyo fragante olor de sangre noble
blasonó las estirpes y las razas.
Por ti
Cft las verdes pupilas de las fieras
las sombras de los ímpetus salvajes
se trocaron en húmedas estrellas.
Por ti se aM6 de tnticliw Rxas dnns
el regazo feraz
y en el dulce licor de stis vertifiOleS
ae confortó la esperanza mortal
Yo no sé en qnf fwtistica matem
al cicultor de la progenie biimatia
le plugo modelar la estatua rala,
que no al^da la luz de las auroras
ni ^ oMore cofteulo marchita;
pero >i alguna vez mi corazón
abre a la vida su raudal interno,
ú se doran mis áridas llanuras
y se pueblan de esquife^ '.vas océanos,
si se viste de estelas fulgurantes
la nebulosa noche de mis piélagos
y 1m atas sin sol de mis pendones
en mudas onda* flotan a los vientos,
si gorjean mis pájaros, será
cuando en la entraña de un sacro alldido
safan lidiosa de mi tumba viva
cfaofne sn Bama tu rxyo de fuego.
* Página 80: en blanco en el original
voz DEL RETOBNO
Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
la dulce remembranza de un viejo sueño Taño,
ni la marchita y frágil ala de una quimera
que al estrecharse deja sti polvo entre la mano.
La media noche es tarde y ci alba fue temprano,
y d orgullow^ le 4i}fr 4kl«Ql: "Espei«";
quiea sin bcsarin aspirn la flor de Prteiavera,
pasa como una sombra por d jardín humano.
Violetas de los prados en el solar fragante^
rosas de los pensiles rojas y perfumadas
que al pasajero abrieron su misterioso broche;
d nánfittgo setoma como tma sombra ensntt,
sin una sola estrella de flámulas doradas
con que alumbrar el fondo de su infinita noche.
* Página 82: en blanco en el original
IMPROMPTU SENTIMENTAL
Déjame que hoy te acaricie
auzique te olvide mañana;
b abeja liba en la rosa
y al ain tienda cas ak». . .
Del mar las ondas azules
una vez bcMii U ^^kKjm,
y el céfiro rumoroso
dice su secreto, y pasa. . .
Déjame que hoy ii irnricie
aunque me olvides mañana;
fíc-trmuU, gloria del mundo,
sie4rmiit, teoL tm faataimaa.
Ven, que el furtivo momento
dice dukes palabra^
y lo que vciirlrá otiO <Ba
quien sabe cómo se Oatna. . .
* Página 84: en blanco
lal
ÜKICO POEMA
Mar sin iiDinhre y sin orillas,
soné cotí un mar inmenso,
que era infinito y arcano
era» d e^acio y k» tiempos.
Daba máquina a sus olas,
vieja madre de la vida,
b nwert^ y ellas cesaban
Ot&nto nacer y txutar
dentro la muerte inmortal I
Juíjando a cunas y ttunbw
estala la Soledad...
De lírunto un pájaro errante
cruzó la cxteniiión marina;
*^jé... Oiojé..." repitiendo
«t quejosa mancha ¡ha.
Sepultóse en lontananza
gotcan<.!n "( 'linjé .. Chojé..."
Desperté y sobre las olas
me ecbé a iriÜtf ^ vei.
l«53
* Página 86: en blanco en el original
FANTASÍA DEL DESVELO
AhÉ». mía ¿qué
en la nocturna hota, como los centinelas,
con los ojos abiertos para mejor velar,
si no tienes ningún tesoro que guardar?
Qué yelas, ahna mía,
mientras que asordinadot en au funda aosatría.
néMan sin cesar
WBoora» wt wveno Km M t. v p e unn t wgim t
Que guardar n! esperar tienes ningún tesoro^
Sotm A oleaje inquieto,
no el birreme de oro
llega para la cita;
no te revelarán la Esfinge su secreto
i£ lili «ifiSÉIi füÉgiSéám j^l l^tjfmait*
¿Por qué guardas celosa con» un soldado alerta
mientras reposa iodo tu solitaría puerta
si no tienes ningún tesoiO ;!^ «SeOltart
ninguno que esperar?. . .
Es en vano^ alma mía»
es en vano que veles.
La noche pasa sobre sus fúnebres corceles,
y e! sol del nuevo dia
con la irisada pompa de todos stis c,iirek<;
se quebrará en el fondo de tu urna vacia.
Página 88: en blanco en el original
ENMUDECER
Quien no sabe cstnr alegre
no tiene por qué cantar.
Si se derrotó a ú mismo
¿qué en8efiar&7
A repicar las campanas
con bronces de funeral,
k» enlutados darines
a retoñar.
Quien no sabe estar alafre
rime a sf ¡nismn su tnal.
Por eso enfundo mi flauta,
la del ambiguo cantar,
y^uien me esctiche, oiga aólo
ni paso en la soledad.
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APÉNDICE
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fliUllniBie a nm r^iLiila fla giu la TQlTlijri ^ ui^Jult. r-V ICh OUJ
[93]
en cuanto » los iii*nu4Crito», dificfen «Igo entre sí T tienen
aígnitt naaalu. Lo que he creído deber hacer es lo siguiente:
r^ ff^t^^ he podido determinaj- cu*l fue la úitima versión
o correcctdo, atenenne s día: «f. he respeudo Us mcóitica-
ciooes que iatfodujo aun en composiciones ya pnlilicadas;
in.^ que iBe oottitt bao por ctciúpoios de ouo oideo
^ fll aniiiioa: a» k> a«I atftia tu ¿om oomplctE.
Pero, en denos c»»o», ao U41UOB « ler corregidas 1m
pcuelias, r. de U* copias mamitcrnw, no he podido determinar
cnil es I» definitiTa. He deUdo, cMOom, elegir por presun
dones r. al^uM vet, al ant. XuMéa eneoaaé dificultades
en cnanto a la puntuación: en parte, porque la de ella era
personal, 7 en parte porque, como lucía tantas copia», tendí»
S detcnidarJas piecisamente en laj ultimaj. En ckh casos, sobre
lodo cnaado esta difkulud podU afectar el sentido, he pre-
ferido, o no poner signos, o de^^ la puntuacióti inMctcrminada,
no poniendo ninguno que pudiera fijar un sentiJo no «|pn»
Hay partes así eo "El Regreso" j en otras pocsi.is.
Si en otro estado de espíritu o en posesión de datos nueWi
pudiera más adelante perfeoiooar este trabajo, lo ini«ntaré pata
ottaa edidenet; y taiabúín resolveré si debo publicar otras
poesía*. Pira uno y otro fin, pedirla a las personas que tengan
de ella poesías manjstntjs lo i3<xo difundida», aun entre las
pnblifuiitj «inisieran <tMniini<'<r"^i«fi asi como canas o datos
Indice
Sei y poesía de Maria Euflcoia Vaa Fenein VII
Cricedo ^ cm edidte ..^*i..^.,., TtnSttt
La Isla db los Cánthxm 1
^ ResufMccióa 3
Sólo t& • • > •4r«.»|.«.,«,t ^s^v^'v «<«««4icfrt4*;*-.r«'*4'3»ft4 -5
Lai quiflieiu 7
Hada h nodie 9
Avpir/.rlíti , . , , , . ■ 11
BaUtia (le lu dulce» pezlat 13
m caador y k«MQl IJ
Nbctarao ., 17
Vtw fBifho 19
Sacra amioaía 21
Minje 25
Los dotacndoi
jn neoMíera defiwndo 29
BaaocUa paattíMa 3i
(Ma la Bdkaa 33
XibcttMm 37
BanaiDla de un cKíptico ..... — ......»...4,*>'«»» i9
To KM y mi «snióo 41
A Hbm 43
ncMn 45
1»
El «taúd {loante • ^
\ox bírtfc ♦<••.>«•»»•»»••--■»•"'-»*•••' »»-"'^"**-»*»* ^
InTocacUa •
HísiofM póffuma 5J
Dcaiitud •
Invitación al olvido W
Heroioi .4 -i..*. 59
Elegia cicpuicular 6*
La cftcelk mitMiioM <55
El tígfeso 65
Holocawto 67
Seicoatt €9
la rima vacua
Desde la cddi '3
Are ccicwe ••:«.■,» •.»*t-..-tt>» ■• • •
Canto *erbal T7
Vo» del retomo .¿.í>í\.... 81
Itnrrnm;iru (cnTÍmcntal ^5
Onico poema 85
Fantasía del dwwto #.'i-*,«>*/«*'* »> ^' ^
Eomudccet 89
ArÉNDKB »
No» 4* Cuto Vai Fcsxeia 9J
VOLÚMENES PUBUCADOS
1. — Carlot María Ramírez: Artigas.
2. — Carlos Vaz Fcritrití: FERMP-Vi AlOdk
3. — Cailot Rcyk*: El Tbuuño y Pommx
4. — Eduardo Acevedo Días: ISMABL.
5. — Carlos Vaz Tcrrcira: SOBIS LOS rROl<l.™ss 50< Ialps,
6. — Orlos Vjz IViiciu: SOBRB LA IROriUJAD DH 1 -í,
TIERRA.
7. — José María Rey»: OESOUPOÓN GEOCsAfka OEL
TERKirORIO DE LA REPÓBUCA OL filL UHDÉaár.
(1er. tomo) en prensa.
g. — José María Rey»: Dl.SCUlFriÓK .'^.l.nr.R.^Flf A DEL
TBXUTOUO DB LA RSPÚBLICA Q> OBL U&UOUAY.
{2* tocoo) «m pmué.
9. — Fmadico Banzá; Enmuot imunak
10. — Sansén Carrasco: AurfcULOa.
11. — FrjDCiscü Bauzá: ESTLIDIOS CONSTITUtlOMAUB.
12. — Jos¿ P. Masacra: ÜSTI.'DIOS FILOSÓFICOS.
13» — £1 Viejo Pancho: PAJA VtJÉhk.
14 — Joté Pedio fiellan: Doñauamoha.
19. — Eduardo Acevedo IMaz: SOUDAO Y El combatí OK
1 A TAPrRA.
16. — Alvaro Arniando Visseur; TchjoS LOS CAN10S.
17. — Manuel Bernárdez: Narraoones.
18. — Juan Zoftilla de San Manin: XA»A<UÍ.
19. — Jnia de Viana: GAUCHA.
ao, — Matk Eugenia Vas Konaint LA »IA DI LOt
CANTICOS.